Cuenta la historia, de un labrador que tenía a su esposa muy enferma. Se acercó a un sacerdote budista y le encomendó oraciones para sanar a su esposa. El sacerdote comenzó a rezar, pidiéndole a Dios por la salud de todos los enfermos.
- ¡Un momento! -dijo el labrador-. Yo le pedí que rezara por mi esposa enferma, y usted lo está haciendo por todos los enfermos.
+ Estoy rezando por ella -comentó el sacerdote-.
- Pero está pidiendo por todos. Puede terminar beneficiando también a mi vecino que está enfermo, y que no lo estimo.
+ Usted no entiende nada sobre Dios. Al pedir por todos los enfermos, me uno a millones de cadenas de oraciones hechas por personas que rezan por sus enfermos. Sumadas, las voces llegan hasta Dios y benefician a todos. Divididas, pierden su fuerza y no llegarán a ninguna parte.
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